jueves, 7 de agosto de 2014

Historias del primer día


Y se hizo la luz... Y allí estaba yo, y lo vio Dios, y dijo: ¿Y este qué hace ahí?

- ¿Adán?- balbuceó Dios con su poderosa voz, si es que es posible eso -balbucear con voz poderosa, digo.

- Pues no, lo siento, me llamo Rafael... ¿Y usted es...?

- Dios, el Creador de todo lo que existe-, y a pesar de la solemnidad de la declaración, su expresión delataba cierta incomodidad.

- Que de momento no es mucho: los cielos, la tierra y la luz, - apostillé. - Y por cierto, si me pregunta mi nombre es porque no sabe quién soy, luego a mí no me ha creado, ¿no?

La cara de Dios era un poema. Estremecedora y sublime faz, rostro resplandeciente, inefable presencia, sí, pero su gesto de perplejidad no dejaba lugar a dudas.

- La verdad es que no esperaba encontrarte aquí. Te rogaría la máxima discreción, pero lo cierto es que Yo no te he creado. ¿De dónde demonios has salido?

- En cuanto a guardar el secreto, no tiene de qué preocuparse, ¿a quién se lo iba a contar? Y respecto a lo otro... Mire, no le voy a engañar, yo me estaba preguntando lo mismo. 

Menuda situación. Dios crea la luz, principio de la Vida y el Universo, y ese prístino e inmaculado rayo revela la presencia de un señor con gafas, barba y gesto hierático. Por lo menos tiene nombre de arcángel, pensó Dios para sus adentros, tratando inútilmente de restar importancia al hecho de que alguien se le hubiera adelantado en la gloriosa tarea de traer a la existencia algo de la nada.
Durante unos instantes que se me antojaron eternos -y tal vez lo fueron-, nos miramos fijamente sin saber qué decir. 

- Mira, Rafael, no tengo nada contra ti. Aunque no te haya creado a mi imagen y semejanza, me caes bien. Pero comprenderás que no puedo continuar con mi titánica obra y dejarte ahí, sin más. Piensa tan solo en el Génesis: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz. Y un señor que se llamaba Rafael."

- No, si sonar, suena raro. Y poco épico, la verdad, - no tuve más remedio que admitirlo.

- Si solo fuera eso... Pero piensa en lo que esto implica, imagina las consecuencias. Si no te he creado yo, ¿quién ha sido? ¿El Demonio? ¿Generación espontánea? ¿Cómo explico yo esto a la Humanidad?

- No te ofendas, pero para ser Dios tienes demasiadas dudas. ¿No eras omnisciente?

- Todos exageramos un poco en el currículum. Lo sé casi todo, pero aquí me has pillado.

La situación empezaba a resultar incómoda. La Creación a medio hacer, paralizada por mi inesperada aparición. Un Dios dubitativo, la posibilidad de una presencia ominosa agazapada en las sombras del caos, y esa criatura barbada de aspecto frágil y circunspecto, tratando de explicarse su propia existencia al margen de la intervención divina.

- Tal vez no sea el mejor momento, pero esto me hace recordar algunas cuestiones que siempre me han atormentado: ¿Qué había antes de la Creación? Si no había nada, ¿de dónde salió Dios? ¿Significa eso que Dios es la Nada? ¿Cómo puede concebir el ser humano el concepto de infinito? ¿Qué es la energía oscura?

Dios me miraba sin terminar de comprender a dónde quería ir a parar. O tal vez solo estaba esperando a que me callara para fulminarme con un rayo y acabar así con el absurdo embrollo que se le había presentado -y nunca mejor dicho- de la noche a la mañana.

- Rafael, mi Misericordia es infinita, pero mi Paciencia tiene un límite. Y el tiempo de que dispongo para terminar la Magna Opera también. Te voy a dar una oportunidad para evitar la aniquilación -insisto, no es nada personal. Elige una época de la Historia -bueno, trata de imaginarla-, y te devolveré a la existencia cuando llegue el momento. Mientras tanto, irás al Limbo y te estarás quietecito. Ya verás, es un lugar muy agradable...

Al limbo o a la no-existencia. Visto así, no tenía muchas opciones.

- Elige tú la época. A mí me faltan datos. Y entre no ser y ser, lo mismo me da cuándo, pero siendo.

- Sea, - dijo Dios, sin duda exagerando un poco la grandilocuencia del momento. Pero qué caramba, era un designio divino.

Poco antes de desvanecerme camino del Limbo, me pareció escuchar un tronar de trompetas, un celestial suspiro de alivio, y una risita apagada que emergía, apenas perceptible, desde las profundas tinieblas del Abismo...




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