domingo, 7 de diciembre de 2014

A vida o muerte


No hay mayor paradoja, ese pájaro muerto tan hermoso, su belleza perfecta, intacta y misteriosa, su presencia inerte es el Ahora, porque la eternidad se manifiesta en su quietud silente. Yace sobre sus alas y el corazón se encoge al contemplarlo, y la mente no encuentra las respuestas: en qué instante se detuvo su vuelo, qué azar llevó su cuerpo hasta esa calle, por qué no cruza el cielo con su color dorado, qué nido ha abandonado para siempre. Está muerto, lo sé -yo también lo estaré, y no seré tan bello. Me pregunto si es justo, pero sé la respuesta. La vida se abre paso entre las sombras, y un buen día se acaba y no hay más dudas. Atraviesas la puerta y luego callas. Allí solo hay silencio. 

No piensas en la muerte -ya pensará ella en ti, no te preocupes. A veces se presenta y te saluda, pasa de largo y oyes el susurro. Y como no es tu día sigues adelante, soñando con el tiempo que te queda: todo está bien, la vida es bella, carpe diem. 

Tal vez tú no has volado con tus alas, no has contemplado el mundo desde arriba, no te ha mecido el viento, no has sido nunca libre como el ave en su rama.

Y ese pájaro muerto sobre la piedra fría esconde su secreto, y al tiempo lo revela: la muerte solo llega al que está vivo.

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